1 – Evitar cambiar el rollo de papel higiénico cuando se termina.
Yo sé que alguna vez utilizaste el último tramo de papel y no cambiaste el rollo – incluso a sabiendas de que eso tomaría, como mucho, 30 segundos de tu precioso tiempo. La razón de que esto suceda es que cambiar el rollo de papel higiénico no supone ninguna recompensa inmediata, según los investigadores Edward Deci y Richard Ryan, de la Universidad Rochester, en Nueva York.
2 – Las ganas de morder cosas lindas.
Si los bebés entendieran todo lo que hablan los adultos, su primera reacción sería aislarse completamente en un lugar seguro para mantenerse lejos de las amenazas de “me dan ganas morder esos cachetes tan lindos”, o “voy a apachurrar tanto a esa hermosura que le van a quedar moretones”. Lo mismo aplica para los bebés de cualquier otra especie. La ciencia sostiene dos hipótesis para esta reacción tan extraña.
La primera de ellas dice que las redes de sensación de placer se cruzan en nuestro cerebro. Cuando vemos una cosa linda, el cerebro libera un descarga de dopamina similar a cuando degustamos algo terriblemente delicioso. Por eso, cuando vemos a un bebé, nuestra cabeza hace un mini corto circuito y nos dan ganas de morderlo (bueno, no a todo mundo). La otra hipótesis tiene que ver con nuestro antepasado prehistórico. Jugar a las mordidas es un hábito muy común entre los mamíferos (quien ha tenido perros y gatos sabe de lo que hablo). Entonces, este juego es una forma de estrechar lazos sociales. Esto parece explicar nuestras ganas ridículas de morder las cosas con las que tenemos lazos afectivos.
3 – Reír en situaciones inapropiadas.
Cierta vez, cuando todavía era un adolescente, mi madre me armó un escándalo monumental porque habían llegado visitas y mi cuarto parecía una Zona cero. Gritaba, lanzaba golpeas al aire y preguntaba si creía justo que ella se hubiera pasado toda la mañana en la cocina mientras yo ni siquiera pude arreglar mi cuarto. Y… bueno, comencé a reírme. Y lo hice sin control, a carcajadas. Esto hizo que mi señora madre entrara en fase 4 de enojo pues creyó que era una burla.
Bueno, según la ciencia, mi pobre yo adolescente se encontraba bajo un estrés emocional enorme, y miorganismo empleó la risa para liberar un poco de toda esa tensión. También cuando las personas no logran contener la risa al ver a alguien caer, probablemente sean nuestros instintos actuando de nuevo. Es una manera de informar a nuestra tribu que, pese a que está avergonzada, la persona no se lastimó demasiado y todo está bien.
4 – Fascinación por los psicópatas.
Si no tuviéramos esa adoración por los psicópatas, películas como El silencio de los inocentes, Psycho o No Country for Old Men (que según una encuesta presenta al psicópata más realista del cine) no tendrían el éxito del que gozan. Algunas teorías explican ese gusto por la mente criminal: la primera de ellas defiende que, conociendo más sobre los psicópatas, salimos de nuestra propia conciencia y entramos en la mente de alguien que solo piensa en sí mismo.
5 – Fingir que sabemos sobre algo.
El tema en esa mesa del bar (de físicos) es el entrelazamiento de partículas. Posees una ignorancia total sobre el tema, pero vas hasta allá, haciendo cara de experto en el tema y fingiendo que no das tu opinión para que los demás no pierdan la gracia. Según el investigador David Dunning, de la Universidad Cornell, cuando la mayoría de las personas no sabe sobre untema empieza a producir un conocimiento falso. Cuando alguien nos pregunta si sabemos algo, nuestro cerebro inmediatamente comienza a inferir, concluir e incluso inventar explicaciones y teorías sobre el tema.
6 – Llorar.
Pese a que es común, el llanto es un comportamiento extraño. Piénsalo bien: puede suceder por qué estás muy triste, muy feliz, muy preocupado, lleno de ira, muy estresado, muy emocionado… es decir, por cualquier maldita cosa o razón. Una de las teorías más aceptadas que explican el llanto humano viene del psicólogo Ad Vingerhoets, que argumenta que llorar es una señal social muy primitiva. En la naturaleza, muchos animales emiten algún sonido de alerta a los otros para hacerles saber que están en peligro o requieren ayuda. Pero los humanos desarrollaron esa forma silenciosa de comunicar a los demás que algo anda mal. En los tiempos de las cavernas, sería una forma de pasar un recado sin alertar a los depredadores con el sonido.
7 – Chismear.
Puede parecer increíble, pero el chisme tiene una función social. Los investigadores aseguran que es culpa de nuestro deseo por crear vínculos con las personas que se encuentran inmediatamente a nuestro alrededor, y ese deseo es tan fuerte que supera a nuestros valores y a nuestra moral. Además de proporcionarnos un tema de conversación con los demás, el chisme crea una sentimiento de confianza, ya que todo es “un secreto, para que no se lo cuentes a nadie”.
Para el antropólogo Robin Dunbar, el chisme es un responsable indirecto por el desarrollo de nuestro cerebro a través de miles de años. Él defiende que la lengua solo se desarrolla por nuestras ganas de hablar, además de que los chismes también nos permiten enseñar a otros la forma correcta de relacionarse con el grupo. Pero tranquilos. Esto no es motivo ni justificación para que vayas por allí hablando mal de otros. La ciencia puede explicar el chisme, pero el chismoso no se convierte en alguien agradable por eso.
8 – Que nos gusten las películas tristes.
Según Robert A. Emmons, un investigador de la Universidad de California, el simple hecho de sentirnos queridos ya hace nuestra vida mejor. Con las películas tristes sucede más o menos lo mismo. Ver tragedias en la televisión o el cine hace que la persona reconsidere su propia vida y se dé cuenta de las cosas buenas que hay en ella.
Pero este raciocinio no se aplica a aquellos que piensan cosas del tipo “Dios, que bien que no estoy en el lugar de ese tipo”. Esas personas tienen pensamientos egoístas y están más enfocadas en sí que en los demás. Así, ellas no experimentan nada de nada de la felicidad después de ver una película. Además, el Dr. Paul Zak asegura queescuchar o ver historias tristes de otras personas nos hace sentir empatía, y nuestro cerebro libera oxitocina – la llamada “hormona del amor”.
9 – Los silencios incómodos.
Quedarse en silencio con un extraño es horrible. Hay un 80% de probabilidades de que un primer encuentro se hunda como el Titanic: o uno de los dos habla demasiado (y termina hablando más de lo necesario), o se manifiestan esos silencios incómodos y crees que nunca tendrás algún tipo de intimidad con esa persona. Esa dificultad para hacer frente a los silencios también se remite a nuestros orígenes primitivos de pertenecer al grupo.
Cuando la otra persona se mantiene en silencio, creemos que no está disfrutando de la conversación y, en consecuencia, no nos está aceptando. Mientras que cuando el dialogo fluye como una pelota de Ping-Pong, deducimos que todo está bien. Pero esto también es cultural. En Japón, una pausa en la conversación, principalmente cuando la persona se encuentra reflexionando sobre algo, es una señal de respeto. Los aborígenes australianos y los nativos de varios países de Asia también hacen largas pausas en sus conversaciones – y todo está perfecto.
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