La publicidad del alcohol presenta, a menudo, una sociedad entre bienestar y cordialidad. La verdad es bastante diferente y las autoridades deberían velar por la salud de la sociedad, al menos limitando la difusión de esa comunicación, tal como sucede con el tabaco. El consumo excesivo y habitual de bebidas alcohólicas puede causar daños muy severos en el organismo que son desconocidos para la mayoría. En 5 años, el consumo de alcohol en América Latina aumentó considerablemente, según la Organización Panamericana de la Salud. Y en la Argentina se bebe aproximadamente 10 litros de alcohol por persona por año.
En las Américas y en todo el mundo, el alcohol es el principal factor de riesgo de muerte y discapacidad para las personas de 15 a 49 años de edad, franja etaria en la que suelen ser más productivas económicamente. El consumo
nocivo de alcohol probablemente comporte pérdidas salariales de miles de millones de dólares cada año
Por término medio, en las Américas se consume más alcohol que en el resto del mundo, afirma la Organización Panamericana de Salud. En particular, en los últimos 5 años han aumentado los episodios de consumo excesivo, pasando de una tasa del 4,6% al 13,0% en el caso de las mujeres y del 17,9% al 29,4% en el de los varones.
El consumo de alcohol contribuye al desarrollo de 200 enfermedades y lesiones, incluidas las neoplasias, la infección por el VIH/SIDA y diversos trastornos mentales.
Las mujeres beben cada vez más, en muchos países casi tanto como los hombres. La “igualdad” en el consumo, sin embargo, conlleva más desigualdad entre los sexos en las consecuencias para la salud. Las mujeres de las Américas presentan la prevalencia más alta del mundo de trastornos relacionados con el consumo de alcohol.
Por término medio, los adolescentes beben con menor frecuencia pero ingieren más cantidad en cada ocasión.
Tradicionalmente, los hombres han sido los principales consumidores de alcohol y, en consecuencia, han padecido más la morbimortalidad atribuible, pero las mujeres cada vez beben más cantidad y más a menudo; en muchos países, el consumo de las mujeres pronto igualará al de los hombres. Este cambio se debe en parte a la evolución de las actitudes culturales, pero también a las campañas de mercadotecnia que están dirigidas deliberadamente a las mujeres.
Desde la perspectiva biológica, el aumento del consumo femenino es preocupante porque las mujeres tienden a sufrir más los problemas causados por el alcohol aun ingiriendo las mismas cantidades que los hombres. Esta diferencia obedece a diversos factores: además de tener menos masa corporal, la mujer también metaboliza alcohol por vías distintas. El consumo excesivo de alcohol aumenta el riesgo del cáncer de mama, las cardiopatías, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos involuntarios y un sinnúmero de otros problemas de salud. Un signo del consumo excesivo y prolongado que se observa entre las mujeres de las Américas es la prevalencia de los trastornos por consumo de alcohol, que es la más alta del mundo.
La mayoría de los estudiantes encuestados en las Américas tomaron la primera copa antes de los 14 años de edad. En el 2010, alrededor de 14.000 defunciones de menores de 19 años fueron atribuidas al alcohol.
La Encuesta Mundial de Salud a Escolares (GSHS), que recopila datos sobre los alumnos de entre 13 y 17 años de edad, reveló que la mayoría de los escolares de las Américas habían consumido al menos una bebida alcohólica estándar antes de los 14 años.
Aunque los chicos, en general, son un poco más proclives a la bebida que las chicas, las diferencias entre los sexos en el caso de los jóvenes son mucho menos pronunciadas que entre los adultos. Según las encuestas realizadas en Antigua y Barbuda, las Bahamas y Suriname, hay más niñas que han consumido alcohol antes de los 14 años de edad que niños.
Estas cifras pueden reflejar nuevas tendencias en la mercadotecnia del alcohol, que se dirige mucho más que antes al público femenino.
Las cifras también preludian una mayor probabilidad de problemas causados por el alcohol en el futuro, al constatarse que se reduce la prevalencia de la abstinencia de por vida.
La Encuesta Mundial de Salud a Escolares también indaga si los encuestados se han emborrachado alguna vez (por ejemplo, si han tenido síntomas como titubeos al caminar, dificultad para hablar y vómitos). La pregunta no hace referencia a cantidades concretas de alcohol consumido, ya que en general los adolescentes tienen menos experiencia con el alcohol y menos masa corporal que los adultos, de modo que se necesita menos alcohol para causar embriaguez y efectos negativos.
Por término medio, entre los países donde se realiza la encuesta, el 20% de las chicas y el 28% de los chicos declaran haberse emborrachado por lo menos una vez en su vida. Cuando se comparan estos resultados con la incidencia de ECE (episodios de consumo excesivo) entre los adolescentes de 15 a 19 años, se observan algunas diferencias llamativas: los chicos (de 15 a 19 años) declaran una incidencia mucho más alta de ECE que las chicas del mismo grupo de edad: el 23,2% frente al 5,0%.
Aunque estos indicadores no son perfectamente compatibles, la magnitud de las diferencias entre los sexos podría indicar que los ECE representan solo una parte ínfima del consumo perjudicial de alcohol, sobre todo en el caso de las chicas.
Dados los efectos negativos del alcohol sobre el desarrollo del cerebro, cualquier cantidad que se consuma durante la adolescencia se considera perjudicial. Las incidencias de ECE en la adolescencia contribuyen a esclarecer qué proporción de muchachos consumen cantidades excesivas aun para los adultos, pero es importante recordar que en estas edades incluso un solo trago ya es peligroso.
Hay muchos factores personales y sociales interrelacionados que contribuyen al consumo de bebidas alcohólicas y a los daños que provoca.
Hay 2 dimensiones del consumo que se correlacionan con los daños causados por el alcohol:
> el volumen general de alcohol consumido y
> el patrón de consumo (por ejemplo, la frecuencia y la cantidad ingerida cada vez, tanto a nivel de la persona como de la sociedad).
El alcohol provoca perjuicios graves no solo a quienes beben en exceso sino también a las personas que rodean a los bebedores. Entre los daños a los demás cabe mencionar los síndromes de alcoholismo fetal, la violencia, los traumatismos (incluidos los accidentes de tránsito y los laborales), el sufrimiento emocional y la inestabilidad económica.
El alcohol también se cobra costos importantes a la sociedad, sobre todo en detenciones, pérdida de puestos de trabajo o consultas a los servicios de salud. Además, las mujeres son las más afectadas por el consumo de alcohol de otras personas.
La historia es el fiel reflejo de que las bebidas alcohólicas fueron utilizadas con diferentes propósitos en diversas culturas y circunstancias. Todas, cumpliendo una función social que permitió su perdurabilidad y crecimiento hasta estos tiempos. El consumo de alcohol –según la más reciente publicación del Ministerio de Salud de la Nación– constituye una de las principales causas de carga de enfermedad a nivel nacional e internacional, explicando así el 4% de la mortalidad mundial con el alcohol como principal protagonista.
En los últimos cinco años, el consumo de alcohol en América Latina aumentó considerablemente, según un informe de la Organización Panamericana de la Salud. Argentina presenta un número preocupante, en donde la población toma aproximadamente 10 litros de alcohol por año. Sólo superada por Chile, la sociedad argentina es una de las que más consumen alcohol en el mundo.
En la región, 1 de cada 5 bebedores (22%) practica episodios de consumo alcohólico excesivo (ECE), un porcentaje 6 puntos porcentuales superior al promedio global (16%), según la investigación. En la misma línea, una encuesta realizada por la Universidad Siglo 21 explicó que "más del 40% de los jóvenes cree que el alcohol no genera dependencia".
El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida por los estudiantes de enseñanza media en todo el país, según reveló el último informe del Observatorio Argentino de Drogas (OAD). Y las cifras se complejizan si se agrega que en la Argentina, el 42% de los adolescentes de 14 años o menos reconoció haber bebido alcohol en el último mes.
Con los mejores datos disponibles, los expertos calculan que el mayor consumo de bebidas alcohólicas no registradas se produce en el Ecuador (3,0 litros por habitante) y en Bolivia (2,1 litros).
A partir de estimaciones del consumo no registrado, también es posible calcular la proporción del alcohol consumido en un país que no queda registrada; en Guatemala, por ejemplo, cerca del 42% de todo el alcohol consumido no se registra, lo cual merma la recaudación de impuestos sobre el alcohol y comporta problemas de seguridad asociados con la producción irregular.
El alcohol no registrado representa el alcohol que no está sujeto a tributación ni pasa medidas de control de calidad, así que por lo general no está reglamentado ni sometido a la fiscalización del Estado. Cerca del 14% del alcohol que se consume en las Américas no está registrado; se trata de los licores artesanales, del alcohol de sustitución y de las compras transfronterizas.
Por definición, el consumo no registrado es mucho más difícil de vigilar y solo disponemos de datos recientes sobre las cantidades de alcohol no registrado en 7 de los 35 Estados Miembros de la OMS en las Américas.
Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández y presidente de la Fundación Niños Sin Tóxicos (FundarTox), sostuvo que "la gente lo subestima porque como al día siguiente está recuperada supone que no pasó nada. Y la realidad es que las manifestaciones de las intoxicaciones alcohólicas se ven con el tiempo, sobre todo si éstas se producen en adolescentes, ya que en ese caso el impacto es sobre cerebros que están en formación. Hasta los 21 ó 22 años los cerebros todavía se están desarrollando".
Cuando la gente bebe alcohol, el placer de la tranquilidad y la relajación dura sólo la primera media hora o menos. Con el correr de los minutos, la persona se vuelve locuaz y socialmente saliente. Pero estos sentimientos suelen ser reemplazados por la somnolencia, ya que el alcohol se elimina rápidamente del cuerpo. Los bebedores pueden llegar a ser tranquilos e inquietos más tarde. Estos patrones motivan a beber para mantener el estado inicial.
La cantidad de alcohol que una persona consume en un momento dado influirá en cómo se mueve a través de su cuerpo, pero es importante que se tenga en cuenta la cantidad de la que se está hablando. Una vez que el alcohol ha sido absorbido y distribuido, tiene muchos efectos diferentes en el cerebro y el comportamiento. En gran medida estos efectos varían con el patrón de consumo. Por lo tanto, se discuten los efectos de la aguda, crónica, y la exposición prenatal que tiene una persona al alcohol.
Damín aclaró que "es fundamental el consumo responsable. No hay una dosis mínima para recomendar, porque en cada persona eso es diferente. Entran en juego características como el peso, la altura e incluso la dieta", explicó, y fue contundente: "La ebriedad claramente produce efectos neurológicos, sea en un episodio aislado o reiterado".
“Se culturalizó la previa en la mayoría de los jóvenes de entre 13 y 20 años, que es la franja más riesgosa. No toman alcohol para divertirse o desinhibirse, sino netamente para quebrar. Llegan a los boliches ya intoxicados, generando situaciones de riesgo para ellos y para el resto de las personas”, comentó Aldo Dománico, coordinador del Programa Nacional de Prevención y Lucha frente al Consumo de Alcohol, dependiente del Ministerio de Salud de la Nación.
“Pensar que a un joven sólo le pasa que consume alcohol es un error. A ese chico le están pasando otras cosas también”, explica Javier Didia Attas, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina y Presidente Honorario del Capítulo de Drogodependencia y Alcoholismo de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
En las Américas y en todo el mundo, el alcohol es el principal factor de riesgo de muerte y discapacidad para las personas de 15 a 49 años de edad, franja etaria en la que suelen ser más productivas económicamente. El consumo
nocivo de alcohol probablemente comporte pérdidas salariales de miles de millones de dólares cada año
Por término medio, en las Américas se consume más alcohol que en el resto del mundo, afirma la Organización Panamericana de Salud. En particular, en los últimos 5 años han aumentado los episodios de consumo excesivo, pasando de una tasa del 4,6% al 13,0% en el caso de las mujeres y del 17,9% al 29,4% en el de los varones.
El consumo de alcohol contribuye al desarrollo de 200 enfermedades y lesiones, incluidas las neoplasias, la infección por el VIH/SIDA y diversos trastornos mentales.
Las mujeres beben cada vez más, en muchos países casi tanto como los hombres. La “igualdad” en el consumo, sin embargo, conlleva más desigualdad entre los sexos en las consecuencias para la salud. Las mujeres de las Américas presentan la prevalencia más alta del mundo de trastornos relacionados con el consumo de alcohol.
Por término medio, los adolescentes beben con menor frecuencia pero ingieren más cantidad en cada ocasión.
Tradicionalmente, los hombres han sido los principales consumidores de alcohol y, en consecuencia, han padecido más la morbimortalidad atribuible, pero las mujeres cada vez beben más cantidad y más a menudo; en muchos países, el consumo de las mujeres pronto igualará al de los hombres. Este cambio se debe en parte a la evolución de las actitudes culturales, pero también a las campañas de mercadotecnia que están dirigidas deliberadamente a las mujeres.
Desde la perspectiva biológica, el aumento del consumo femenino es preocupante porque las mujeres tienden a sufrir más los problemas causados por el alcohol aun ingiriendo las mismas cantidades que los hombres. Esta diferencia obedece a diversos factores: además de tener menos masa corporal, la mujer también metaboliza alcohol por vías distintas. El consumo excesivo de alcohol aumenta el riesgo del cáncer de mama, las cardiopatías, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos involuntarios y un sinnúmero de otros problemas de salud. Un signo del consumo excesivo y prolongado que se observa entre las mujeres de las Américas es la prevalencia de los trastornos por consumo de alcohol, que es la más alta del mundo.
La mayoría de los estudiantes encuestados en las Américas tomaron la primera copa antes de los 14 años de edad. En el 2010, alrededor de 14.000 defunciones de menores de 19 años fueron atribuidas al alcohol.
La Encuesta Mundial de Salud a Escolares (GSHS), que recopila datos sobre los alumnos de entre 13 y 17 años de edad, reveló que la mayoría de los escolares de las Américas habían consumido al menos una bebida alcohólica estándar antes de los 14 años.
Aunque los chicos, en general, son un poco más proclives a la bebida que las chicas, las diferencias entre los sexos en el caso de los jóvenes son mucho menos pronunciadas que entre los adultos. Según las encuestas realizadas en Antigua y Barbuda, las Bahamas y Suriname, hay más niñas que han consumido alcohol antes de los 14 años de edad que niños.
Estas cifras pueden reflejar nuevas tendencias en la mercadotecnia del alcohol, que se dirige mucho más que antes al público femenino.
Las cifras también preludian una mayor probabilidad de problemas causados por el alcohol en el futuro, al constatarse que se reduce la prevalencia de la abstinencia de por vida.
La Encuesta Mundial de Salud a Escolares también indaga si los encuestados se han emborrachado alguna vez (por ejemplo, si han tenido síntomas como titubeos al caminar, dificultad para hablar y vómitos). La pregunta no hace referencia a cantidades concretas de alcohol consumido, ya que en general los adolescentes tienen menos experiencia con el alcohol y menos masa corporal que los adultos, de modo que se necesita menos alcohol para causar embriaguez y efectos negativos.
Por término medio, entre los países donde se realiza la encuesta, el 20% de las chicas y el 28% de los chicos declaran haberse emborrachado por lo menos una vez en su vida. Cuando se comparan estos resultados con la incidencia de ECE (episodios de consumo excesivo) entre los adolescentes de 15 a 19 años, se observan algunas diferencias llamativas: los chicos (de 15 a 19 años) declaran una incidencia mucho más alta de ECE que las chicas del mismo grupo de edad: el 23,2% frente al 5,0%.
Aunque estos indicadores no son perfectamente compatibles, la magnitud de las diferencias entre los sexos podría indicar que los ECE representan solo una parte ínfima del consumo perjudicial de alcohol, sobre todo en el caso de las chicas.
Dados los efectos negativos del alcohol sobre el desarrollo del cerebro, cualquier cantidad que se consuma durante la adolescencia se considera perjudicial. Las incidencias de ECE en la adolescencia contribuyen a esclarecer qué proporción de muchachos consumen cantidades excesivas aun para los adultos, pero es importante recordar que en estas edades incluso un solo trago ya es peligroso.
Hay muchos factores personales y sociales interrelacionados que contribuyen al consumo de bebidas alcohólicas y a los daños que provoca.
Hay 2 dimensiones del consumo que se correlacionan con los daños causados por el alcohol:
> el volumen general de alcohol consumido y
> el patrón de consumo (por ejemplo, la frecuencia y la cantidad ingerida cada vez, tanto a nivel de la persona como de la sociedad).
El alcohol provoca perjuicios graves no solo a quienes beben en exceso sino también a las personas que rodean a los bebedores. Entre los daños a los demás cabe mencionar los síndromes de alcoholismo fetal, la violencia, los traumatismos (incluidos los accidentes de tránsito y los laborales), el sufrimiento emocional y la inestabilidad económica.
El alcohol también se cobra costos importantes a la sociedad, sobre todo en detenciones, pérdida de puestos de trabajo o consultas a los servicios de salud. Además, las mujeres son las más afectadas por el consumo de alcohol de otras personas.
La historia es el fiel reflejo de que las bebidas alcohólicas fueron utilizadas con diferentes propósitos en diversas culturas y circunstancias. Todas, cumpliendo una función social que permitió su perdurabilidad y crecimiento hasta estos tiempos. El consumo de alcohol –según la más reciente publicación del Ministerio de Salud de la Nación– constituye una de las principales causas de carga de enfermedad a nivel nacional e internacional, explicando así el 4% de la mortalidad mundial con el alcohol como principal protagonista.
En los últimos cinco años, el consumo de alcohol en América Latina aumentó considerablemente, según un informe de la Organización Panamericana de la Salud. Argentina presenta un número preocupante, en donde la población toma aproximadamente 10 litros de alcohol por año. Sólo superada por Chile, la sociedad argentina es una de las que más consumen alcohol en el mundo.
En la región, 1 de cada 5 bebedores (22%) practica episodios de consumo alcohólico excesivo (ECE), un porcentaje 6 puntos porcentuales superior al promedio global (16%), según la investigación. En la misma línea, una encuesta realizada por la Universidad Siglo 21 explicó que "más del 40% de los jóvenes cree que el alcohol no genera dependencia".
El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida por los estudiantes de enseñanza media en todo el país, según reveló el último informe del Observatorio Argentino de Drogas (OAD). Y las cifras se complejizan si se agrega que en la Argentina, el 42% de los adolescentes de 14 años o menos reconoció haber bebido alcohol en el último mes.
Con los mejores datos disponibles, los expertos calculan que el mayor consumo de bebidas alcohólicas no registradas se produce en el Ecuador (3,0 litros por habitante) y en Bolivia (2,1 litros).
A partir de estimaciones del consumo no registrado, también es posible calcular la proporción del alcohol consumido en un país que no queda registrada; en Guatemala, por ejemplo, cerca del 42% de todo el alcohol consumido no se registra, lo cual merma la recaudación de impuestos sobre el alcohol y comporta problemas de seguridad asociados con la producción irregular.
El alcohol no registrado representa el alcohol que no está sujeto a tributación ni pasa medidas de control de calidad, así que por lo general no está reglamentado ni sometido a la fiscalización del Estado. Cerca del 14% del alcohol que se consume en las Américas no está registrado; se trata de los licores artesanales, del alcohol de sustitución y de las compras transfronterizas.
Por definición, el consumo no registrado es mucho más difícil de vigilar y solo disponemos de datos recientes sobre las cantidades de alcohol no registrado en 7 de los 35 Estados Miembros de la OMS en las Américas.
Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández y presidente de la Fundación Niños Sin Tóxicos (FundarTox), sostuvo que "la gente lo subestima porque como al día siguiente está recuperada supone que no pasó nada. Y la realidad es que las manifestaciones de las intoxicaciones alcohólicas se ven con el tiempo, sobre todo si éstas se producen en adolescentes, ya que en ese caso el impacto es sobre cerebros que están en formación. Hasta los 21 ó 22 años los cerebros todavía se están desarrollando".
Cuando la gente bebe alcohol, el placer de la tranquilidad y la relajación dura sólo la primera media hora o menos. Con el correr de los minutos, la persona se vuelve locuaz y socialmente saliente. Pero estos sentimientos suelen ser reemplazados por la somnolencia, ya que el alcohol se elimina rápidamente del cuerpo. Los bebedores pueden llegar a ser tranquilos e inquietos más tarde. Estos patrones motivan a beber para mantener el estado inicial.
La cantidad de alcohol que una persona consume en un momento dado influirá en cómo se mueve a través de su cuerpo, pero es importante que se tenga en cuenta la cantidad de la que se está hablando. Una vez que el alcohol ha sido absorbido y distribuido, tiene muchos efectos diferentes en el cerebro y el comportamiento. En gran medida estos efectos varían con el patrón de consumo. Por lo tanto, se discuten los efectos de la aguda, crónica, y la exposición prenatal que tiene una persona al alcohol.
Damín aclaró que "es fundamental el consumo responsable. No hay una dosis mínima para recomendar, porque en cada persona eso es diferente. Entran en juego características como el peso, la altura e incluso la dieta", explicó, y fue contundente: "La ebriedad claramente produce efectos neurológicos, sea en un episodio aislado o reiterado".
“Se culturalizó la previa en la mayoría de los jóvenes de entre 13 y 20 años, que es la franja más riesgosa. No toman alcohol para divertirse o desinhibirse, sino netamente para quebrar. Llegan a los boliches ya intoxicados, generando situaciones de riesgo para ellos y para el resto de las personas”, comentó Aldo Dománico, coordinador del Programa Nacional de Prevención y Lucha frente al Consumo de Alcohol, dependiente del Ministerio de Salud de la Nación.
“Pensar que a un joven sólo le pasa que consume alcohol es un error. A ese chico le están pasando otras cosas también”, explica Javier Didia Attas, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina y Presidente Honorario del Capítulo de Drogodependencia y Alcoholismo de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.