4. Cómo se manipula
El demagogo, el tirano, el que desea conquistar el poder por la vía rápida de la
manipulación opera con extrema celeridad para no dar tiempo a pensar, a someter a
reflexión detenida cada uno de los temas. Para ello no se detiene nunca a matizar los
conceptos y a dar razón de lo que afirma; lo da todo por consabido y lo expone con
términos ambiguos, faltos de toda precisión. Ello le permite destacar en cada
momento el aspecto de los conceptos que le interesa para sus fmes. Cuando subraya
un aspecto, lo hace como si fuera el único, como si todo el alcance de un concepto se
limitara a esa vertiente. De esa forma, evita que las gentes a las que se dirige tengan
suficientes elementos de juicio para clarificar las cuestiones por sí mismas y hacerse
una idea serena y bien aquilatada de las cuestiones tratadas. Al no poder profundizar en una cuestión, el hombre está predispuesto a dejarse arrastrar. Es un árbol sin
raíces que lo lleva cualquier viento, sobre todo si éste sopla a favor de las propias
tendencias elementales. Para facilitar su labor de arrastre y seducción, el manipulador halaga las tendencias innatas de las gentes y ciega todo lo posible su sentido
critico.
1. El manipulador es un ilusionista. Toda forma de manipulación es una
especie de malabarismo intelectual. Un mago, un ilusionista hace trueques sorprendentes y al parecer «mágicos» porque realiza movimientos muy rápidos que el
público no percibe. El demagogo procede, asimismo, con meditada precipitación a
fin de que las multitudes no adviertan sus trucos intelectuales y acepten como posibles los escamoteos más inverosímiles de conceptos. Un manipulador proclama
262ante las gentes que les ha devuelto las libertades, pero no se detiene a precisar a qué
tipo de libertades se refiere, si a las libertades de maniobra que pueden llevar a
experiencias de fascinación -que despeñan al hombre hacia la asfixia- o a la
libertad para ser creativos y realizar experiencias de éxtasis, que llevan al pleno
desarrollo de la personalidad. Basta pedirle a un demagogo que matice un concepto
para desvirtuar sus artes hipnotizadoras.
2. El manipulador maneja con astucia la táctica del halago banal. Cuando
reduce el significado de un vocablo a uno de sus aspectos, el demagogo lo hace
valiéndose del atractivo que presenta dicho aspecto para la mayoría de las gentes.
Los hombres tendemos a supervalorar lo que nos resulta atractivo. Llegamos
incluso a tolerar de buen grado que se nos rebaje de condición con tal de que se halague a nuestras tendencias elementales. «El cliente siempre tiene razón», se nos dice,
y nos sentimos importantes. Tal sentimiento de vanidad nos impide advertir que, al
hablar de clientes, la mayoría de quienes así los valoran no se refieren a las personas
enteras y cabales sino a una de sus/unciones: la de meros compradores. Los recursos de la propaganda tienden a persuadir, no a convencer. Te presentan un coche
lujoso realzado por la figura de una bella señorita que te abre sugerentemente la
puerta delantera. Haces un sacrificio económico, y, cuando realizas la compra, te
dan el coche, pero no la señorita. La presencia de ésta no significaba sino un halago
tendente a domeñar tu voluntad mediante el truco de superponer dos imágenes elocuentes: la de la mercancía ofrecida y la de una realidad que se supone complace tu
vista. Nadie te da razones de peso para que adquieras tal vehículo, ni te hace la promesa falsa de facilitarte una relación de trato personal con la atractiva señorita. No
se trata, por tanto, de un engaño. Es sencillamente una manipulación, que consiste
en operar dolorosamente sobre un flanco débil de las personas, que es el apetito eró-
tico. Tú te das cuenta de que se te está tratando como un mero cliente al que hay que
vencer como sea. Sin embargo, no te rebelas. Te percatas de que estás ante un tipo
de propaganda que te reduce a un ser de instintos que dispone de medios para adquirir un producto costoso, mas te dejas mecer por el halago que te produce en uno u
otro aspecto. «Soberano es cosa de hombres», oyes proclamar una y otra vez. Yesa
proclama de que vas a ser considerado como todo un hombre si alzas la copa con el
preciado líquido te satisface y te dejas llevar. Somos bastante orgullosos, pero permitimos el envilecimiento si va unido taimadamente con el halago. Esto explica que
aceptemos y demos por bueno el que se simplifiquen abusivamente los conceptos y
se prestigie a los unos en perjuicio de otros.
3. El manipulador inhibe la capacidad de las gentes mediante el uso de términos
«talismán». En cada época suele haber uno o varios términos de uso común que
adquieren un prestigioextraordinario y ejercen un especial conjuro sobre las gentes. En
ellosparece concentrarsela quintaesenciade la vida espiritualde una época, lo más gra-
-nado de su cultura, la raíz de todos sus logros. Podemos denominarlos, por ello,
«términos talismán». Recordemos la influencia que ejerció el término «orden» en
263los siglos XVI y XVII; «razón» en el XVIII; «revolución» en el XIX; «libertad» -y sus
concomitantes- «autonomía», «independencia», «progreso», «democracia», «cogestión»...-en el xx. Estos términos «talismán» constituyen la base del pensar y
consiguientemente, del sentir y del querer. Son considerados como fuente de autenticidad y, derivadamente, como módulo de actitudes y convicciones. Forman un
punto de partida incuestionable.
Estos términos parecen estar más allá de toda posible crítica; son intocables
Nadie se atreve a ponerlos en tela de juicio porque son vistos como la raíz misma de
prestigio. De ahí que todo vocablo que se empareje de alguna forma con ellos quede
prestigiado, y todo término que se les oponga se vea automáticamente cubierto
de oprobio.
El manipulador suele operar de este modo. Comienza exaltando de múltiples
formas el término talismán por excelencia de esta época: libertad. Se cuida bien de
no matizarlo, y, al amparo de la confusión que engendra esta ambigüedad, da a
entender que la libertad humana equivale a libertad para hacer en cada momento
lo que uno desea en virtud de criterios puramente interiores, individuales, sin atenerse a criterios propuestos desde fuera. Esta «libertad de maniobra» -libertad
para moverse con absoluta movilidad, sin la menor traba- la empareja el manipulador con la «autonomía» y la «autenticidad». Yo soy autónomo cuando me rijo po
criterios internos que me he dado e impuesto a mí mismo. Si ajusto mi conducta y m
acción a normas, cauces, criterios externos, me entrego a instancias ajenas, modelo
mi personalidad conforme a realidades externas y extrañas, me enajeno o alieno
dejo de ser auténtico y pierdo mi identidad personal. Tenemos así formados en la
mente los siguientes esquemas mentales:
libertad - norma, cauce, forma, obediencia,
autonomía - heteronomia,
autenticidad - alienación.
interior - exterior, extraño.
La Teoría del contraste (3) nos advierte que los términos que figuran en cad
una de las columnas que se forman al disponer los esquemas mentales uno debajo de
otro suelen emparejarse como si fueran afines en su significación. Por otra parte, e
guión que divide los términos de cada esquema es interpretado por los demagogo
injustamente como signo de oposición. a pesar de que en muchos casos no signific
sino mero contraste. Ambos malentendidos provocan que los términos de la
columna de la derecha del lector queden abruptamente enfrentados con los de la
columna de la izquierda, que viene presidida gloriosamente en el término talismán
«libertad» .
(3) cr.R. Guardini: Der Gegensatz. Zur Philosophie des Konkretlebendigen. M. Grünewald
Mainz, 1925, 1955
2
•
264El término «censura» suele ser utilizado de propósito como opuesto a «libertad»
por el mero hecho de que implica el atenimiento a ciertas normas, límites y criterios
propuestos por una entidad distinta de cada uno de los ciudadanos. Con esta simple
y supuesta oposición, el término censura es convertido en una especie de vocablo
«antitalismán» cuyo uso compromete en extremo a todo ciudadano que quiera gozar
del favor del público. Una investigadora alemana de Ciencias de la Educación
afirmó en un programa cultural de la televisión de Colonia que sus estudios la llevaron a la conclusión de que es necesario elevar el listón de las exigencias respecto al
alimento espiritual que se está dando a la juventud; de lo contrario, el futuro se presenta con tintes sombríos. Pero -concluyó dramáticamente- «¿quién se atreve
hoya decirlo?», Uno se pregunta cómo es posible que en las cuestiones relativas al
desarrollo de la personalidad humana estemos tan dominados por el miedo, mientras los investigadores científicos esperan con ilusión el momento de hacer público
el resultado de sus investigaciones. Es sin duda el efecto del temor a la fuerza desea-
!:ficadora que posee el lenguaje cuando se lo usa demagógicamente.
Es curioso que hoy se tema al vocablo censura, pero se usa profusamente el término control, que en principio aparece muy semejante. Algún secreto debe de albergar la estrategia del lenguaje para que estos vocablos sean sometidos a tratamiento
tan dispar. El estudio de los recursos estratégicos del lenguaje nos revela dicho
enigma. La palabra control suele jnilizarse cuando la opinión pública está indignada
contra algún fraude especialmente nocivo para el bienestar de los ciudadanos.
Fraude, en cuestión de alimentos, se opone a la libertad del pueblo para cuidar su
salud. Tenemos, con ello, los siguientes esquemas mentales:
control - fraude,
libertad - fraude.
Por quedar vinculado al término talismán libertad y opuesto a un vocablo aversivo, como es fraude, el vocablo «control» cobra una valoración positiva. Esta
interpretación de los términos «control» y «censura» parece correcta a primera
vista, si se procede de forma rápida. Pero detengámonos a reflexionar acerca del
cambio que se opera en los esquemas antedichos cuando entendemos el término
libertad de modo matizado. Es cierto que la censura se opone a la libertad del hombre para maniobrar a su antojo y moverse sin traba alguna en la vida. Esta libertad de
maniobra lleva con frecuencia al ser humano a experiencias ée fascinacion que le
quitan libertad para realizar experiencias de éxtasis, de asunción de valores, de
creación de relaciones fecundas con las realidades del entorno. La libertad de
maniobra aparece, así, en oposición a la libertad para la creatividad:
libertad de maniobra - censura (control de calidad),
libertad de maniobra - libertad para la creatividad.
Esta libertad absoluta respecto a toda norma y traba suele orientar al hombre
hacia el vértigo de la ambición, y éste inspira numerosas accionesfraudulentas. El
265fraude, como opuesto al control de alimentos, debe ser emparejado con tal género de
libertad. Debajo de los esquemas anteriores debe ser colocado el esquema siguiente:
fraude - control de alimentos.
Si se observan conjuntamente los tres esquemas, se advierte que la censura,
entendida positivamente como control de calidad, sólo se opone a un tipo de libertad -la libertad de maniobra-, y va vinculada a la forma más relevante de libertad humana: la libertad para el ejercicio de la creatividad.
4. El demagogo manipulador no profundiza en el sentido de los términos y
conceptos. Este recurso responde a una intención de largo alcance. Si se. precisa
bien el significado de un término y el sentido que adquiere en un determinado contexto, resulta posible descubrir una relación fecunda entre términos que a una
mirada superficial aparecen como insalvablemente opuestos. Entre libertad -vista
expeditivamente como mera libertad de maniobra- y censura -entendida precipitadamente como mera prohibición de realizar determinados actos- no existe
puente alguno. El esquema «libertad-censura» se presenta como un dilema que
obliga a optar por uno de los términos: o escogemos la libertad o nos inclinamos por
la censura. Esta interpretación, aparentemente inofensiva, resulta nefasta para la
vida de personas y sociedades porque, si se entienden como dilemas los esquemas
que orientan la actividad intelectual del hombre, éste queda desconectado de la realidad y cerrado a todo tipo de diálogo y encuentro. Tal oclusión deja al hombre
fuera de juego en cuanto a creatividad y lo sumerge en una situación de asfixia
espiritual.
5. El demagogo manipulador proyecta unos conceptos sobre otros para
dotarlos de un sentido nuevo. Si se pretende ensalzar el términoprogreso, basta con
proyectarlo sobre el término avance. El juego de manos con tales conceptos se realiza de esta forma. Los términos progresar, adelantar, regresar, detenerse aluden a
las diferentes fases de una marcha. La marcha puede ser en el tiempo, en el espacio,
en una determinada actividad... De por sí, tales vocablos no encierran ni valor positivo ni negativo. Progresar en la marcha hacia un determinado lugar tiene un valor
positivo si el acceder a este sitio implica un bien. En caso contrario, constituye un
antivalor. Lo valioso sería detenerse y retroceder o regresar.
Algo semejante cabe decir del término cambio. En sí mismo no significa sino
alteración. El valor de ésta pende del hecho de que la situación a la que se llega presente ventajas sobre la anterior. El mero ser distinta no la hace valiosa. Ahora bien.
En la vida diaria se dan situaciones que cargan a ciertos vocablos de prestigio en
forma paulatina y soterrada. Entre ellos se hallan los términos estancamiento y
retroceso. Casi nunca presentan ambos vocablos un matiz positivo y agradable en la
vida cotidiana. Un retroceso en una enfermedad, en los estudios, en la recuperación
266económica de la familia o de la nación supone una situación penosa de crisis. Un
coche que se queda estancado en un camino carece de libertad para proseguir la
marcha hacia la meta del viaje. Al oponerse al término talismán «libertad», el vocablo «estancamiento» adquiere automáticamente un matiz negativo.
Por el contrario, los términos y expresiones «adelantar» y «salir adelante» presentan con frecuencia el sentido de «mejorar», romper barreras asfixiantes, superar
situaciones difíciles, y en la misma medida se orlan de prestigio.
En la existencia diaria nos hallamos a menudo en situaciones desfavorables que
nos hacen desear un cambio. La palabra «cambio», en principio perfectamente neutra, adquiere con ello, sin necesidad de más reflexiones, -un aura de simpatía. Se
convierte en un término atractivo. Por reacción, los términos «conservar» y «conservador» se vuelven hoscos y antipáticos porque a una mirada desprevenida y
expeditiva parecen sugerir una idea de estancamiento en situaciones indeseadas.
De esta forma, ciertos vocablos van acumulando sentidos superpuestos que apenas son sometidos a examen crítico pero operan de modo eficiente sobre la sensibilidad y la emotividad de las gentes. Si un político o un intelectual se autodefinen
pomposamente como «progresistas», la mayoría de las gentes conceden a este vocablo un sentido positivo. Sin mostrar ninguna excelencia particular y sin haber hecho
mérito alguno por su parte, el qué se declara «progresista» cobra realce ante la opinión pública por la mera utilización arbitraria de un término muy cotizado en la
bolsa actual de los prestigios populares. ¿Cómo se ha llegado a tal cotización? Sencilla y radicalmente, debido a la proyección ilegitima de unos esquemas mentales
sobre otros. Reflexionemos sobre lo que acontece en nuestras mentes cuando pensamos y nos expresamos de forma precipitada.
Si decimos que hemos avanzado o progresado en una tarea, que hemos cambiado de situación o no hemos mantenido en la misma, no afirmamos que hallamos
ascendido a una posición más ventajosa. En cambio, al indicar que hemos mejorado
o que nos hemos estancado en un punto lejano de la meta ansiada, expresamos un
juicio de valor. Estas indicaciones implican una serie de términos contrastados:
Progreso - regreso,
progreso - detención,
cambio - conservación, persistencia,
cambio - retroceso,
cambio a mejor -estancamiento,
cambio a mejor-retorno a posiciones ya superadas.
La atracción que produce sobre nuestro ánimo la expresión «cambio a mejor» y
la aversión que suscita el término «estancamiento» nos lleva a proyectar la expresión «cambio a mejor» sobre los términos «cambio» y «progreso». Con ello, todos
267los términos de la columna de la izquierda del lector quedan altamente prestigiados
Por el contrario, los términos de la columna de la derecha -regreso, detención
conservación, persistencia, retroceso retorno a posiciones ya superadas- se contaminan con el desprestigio del término estancamiento.
Esta valoración positiva y negativa se realiza de ordinario en forma inconsciente, prerreflexiva. Tal oscuridad no le resta, sin embargo, eficacia; le concede
una carga emotiva singular, de la que es muy difícil desprenderse. La fuerza del lenguaje sometido a las artimañas de la manipulación es asombrosa. Un término que va
cargado con la emotividad antedicha deja en la mente una huella tan profunda que
todo cuanto vemos, oímos y pensamos posteriormente queda como polarizado en su
torno e imantado y orientado por él.
Supongamos que a un político se lo califica de «conservador» y se procura que
este vocablo sea entendido como opuesto a «progresista», en el sentido de person
propicia a la realización de un «cambio a mejor». Puede tratarse de un hombre
abierto a un auténtico progreso y preparado para lograrlo. A pesar de ello, será difí
cil que el pueblo llano -poco avezado a las sutilezas del lenguaje demagógicoadvierta esta condición de modo suficientemente claro para decantar el voto en su
favor. Buen número de votantes estarán dispuestos a conceder que se trata de una
persona muy culta, incluso honesta, pero afirmarán enseguida con aplomo que
debido a su carácter retrógrado, nos llevaría hacia atrás en caso de goberna
y nos haría perder los logros alcanzados... Si les preguntamos qué entienden
exactamente por «ir hacia atrás», se quedarán perplejos en principio, y balbucirán tal vez después que volver atrás es perder ciertas libertades conseguidas con
gran esfuerzo. Prosigamos el acoso dialéctico e instémosles a precisar de qué libertades concretas se trata. Se hará patente que todas ellas se reducen a mera franquía
para entregarse a diversas formas de vértigo. Toda experiencia de vértigo exalta e
ánimo de quien se deja seducir por el afán de ganancias inmediatas pero bloquea
inmediatamente el desarrollo de su personalidad y produce en su espíritu una devastadora decepción que es origen de angustia, amargura, desesperación y destrucción (4). El que piensa de modo precipitado, debido al ritmo trepidante que imprime
el prestidigitador mental a su discurso estratégico, no repara en estos pormenores
-por ineludibles que en verdad sean- y actúa en virtud de la conexión que cree
entrever entre progresismo y libertad.
Es tan fuerte el conjuro que los términos sometidos al ilusionismo mental ejercen
sobre los espíritus poco expertos en cuestiones de metodología filosófica -cuestiones relativas al modo justo de pensar y de expresarse- que los priva de libertad y
los somete a un modo de fascinación avasalladora. Ello explica que, al oír hablar de
(4) Sobre la distinción de las experiencias de vértigo y éxtasis, puede verse mi obra. Lajuventud actual entre el vértigoy el éxtasis. Narcea, Madrid, 1982.
268cambio y progreso, tantas personas piensen en un proceso de elevación hacia cotas
más elevadas de perfección humana.
5. Esbozo de un diálogo con un «progresista»
Algunos políticos suelen afirmar, como lema propagandístico, que pertenecen a
las fuerzas «progresistas» del país. Si uno tiene serenidad y no se deja intimidar por
el uso contundente de vocablos talismán, se verá tentado a peguntarles qué quieren
decir en rigor con tal expresión. Es muy posible que, tras unos minutos de vacilación, vuelvan a repetir exactamente las mismas palabras. Si se les apremia a que
se expliquen, tal vez den como clave de su progresismo que son partidarios de leyes
avanzadas, liberalizadoras, como las del aborto y divorcio, las que toleran todo tipo
de juego y el acceso de los menores a espectáculos eróticos.
A primera vista, parece que estamos efectivamente ante una actitud «liberalizadora», promotora de una mayor libertad. Pero conviene seguir preguntando, sin
miedo a la fuerza aparente de los vocablos libertad y liberalización. ¿Por qué se
considera obvio que la ley despenalizadora del aborto fomenta la libertad humana?
Los responsables de tal ley argüirán que ésta concede a las madres una posibilidad
de la que antes no disponían. Y se complacerán en cargar las tintas en anécdotas
dirigidas a tocar la fibra sentimental de las gentes. Debemos evitar en este momento
quedar inhibidos por miedo a ser considerados como sujetos de mal corazón. Hemos
de seguir preguntando tenazmente de qué género es la libertad que se ha otorgado a
las madres. Posiblemente, ante tal acoso socrático, los políticos interpelados empezarán a mostrar síntomas de irritación y pasarán al ataque acusándonos de querer
complicar las cosas y pertenecer al grupo de los intransigentes que se oponen por
principio a toda medida orientada a mejorar la suerte de los menesterosos. Indiferentes a este contraataque, hemos de precisar así nuestra pregunta: «La libertad
concedida a las madres ¿se reduce a mera libertad de maniobra, a hacer lo que
desean arbitrariamente en virtud de los puros intereses individuales, o es en todo
rigor una forma de libertad para la creatividad? El primer tipo de libertad es el que
ejercita el hombre respecto a los meros objetos, a los utensilios que desea manejar,
dominar, encauzar al servicio de los propios fines. El segundo se da cuando el hombre ejercita las posibilidades de juego creador que le ofrecen las realidades de
entorno que poseen cierta libertad de iniciativa, merecen todo respeto y no pueden
sin grave injusticia ser tomadas como medios para un fin. Obviamente, la libertad de
maniobra representa un bien para la persona, pero no el bien supremo. Puede ser
concedida como una gracia, pero no siempre resulta benéfica para quien la recibe
pues constituye un arma de doble filo. Otorgar a las mujeres opción a que cometan
un acto de reduccionismo grave, envileciendo una vertiente de su ser personal tan
digna de aprecio como es su cuerpo, dista mucho de ser una medida conducente a su
mayor felicidad.
2696. Producción de equívocos en cadena
El atolondramiento intelectual provocado por la precipitación en el pensar y el
hablar lleva a conectar rápidamente unos esquemas con otros afines y a realizar
toda clase de emparejamientos y oposiciones de términos. Los esquemas últimamente analizados (cprogreso-regreso», «cambio-retroceso», «cambio a mejorestancamiento») suelen a menudo ser vinculados, al hilo del pensar, con los
esquemas siguientes:
reforma - inmovilismo,
nuevo - viejo,
moderno - antiguo,
insólito - consabido,
actual- pasado (inactual, anticuado),
revolucionario - conservador.
Por las razones antes indicadas, los términos «regreso» y «estancamiento» quedan en alguna forma unidos a los términos «antiguo», «pasado», «viejo»... , y la actitud «conservadora» aparece en clara connivencia con la posición «inmovilista». Por
el contrario, los prestigiosos términos «cambio» y «progreso» se nos muestran gloriosamente emparejados con los vocablos «reforma», «nuevo», «moderno», «insó-
lito», «actual», «revolucionario». De esta forma, sin matizar el verdadero sentido
de los vocablos, con sólo pronunciar estos términos -moderno, reforma...- se
tiene conseguido el favor de buena parte del púbico, pues todos los vocablos que se
hallan en vecindad con un término talismán o sus concomitantes quedan asumidos
en su campo de soberanía e irradiación de prestigio. El vocablo cambio es concomitante del vocablo talismán libertad por cuanto libera de la rigidez de 10 inmóvil, 10
rutinario y anodino.
Debemos estar alerta ante este fenómeno: siempre que se pronuncia un término
se suscitan en la mente por vibración -al modo de los armónicos musicalesotros términos que pueden reportar prestigio o desprestigio. Las vibraciones o
interconexiones que se producen al relacionar entre sí los términos de las dos columnas formadas por los esquemas mentales ejercen sobre los espíritus un influjo tanto
más fascinador cuanto más borrosa es la operación mental en que tienen lugar.
6. El manipulador utiliza los términostalismán con elfin de inhibir la capacidad critica de las gentes. El máximo responsable de la ley despenalizadora del
aborto en España intentó apoyar su posición en estas dos tesis: l. «Todo pueblo civilizado concede a la mujer su plenitud de derechos básicos» (los demagogos suelen
aducir al principio una afirmación justa con el fin de suscitar adhesiones masivas).
2. «Lamujer tiene un cuerpo y debe gozar de libertad para disponer de él y de cuanto en
él acontezca» La mera presencia del término «libertad» produjo en muchas mentes un
efecto deslumbrador y no les permitió advertir que la posición filosófica que late bajo
270tales afirmaciones fue pulverizada por los mejores pensadores hace más de medio siglo. Ya Tolstoi, a través del protagonista de su Historia de un caballo, había advertido
que no procede aplicar el verbo tener a realidades tan distintas como son, por una parte,
una casa, una tierra, un objeto y, por otra, unos amigos, unos hijos, una mujer. Toda
la amplia y honda producción filosófica de Jaspers, Heidegger, Marcel, los pensadores dialógicos o personalistas y los fenomenólogos dejó en claro definitivamente que
el ser humano no tiene cuerpo, es corpóreo. El cuerpo no es un objeto, sino una vertiente de la realidad personal humana y, como tal, no constituye una realidad disponible, manejable. Afirmar que la mujer tiene un cuerpo y puede disponer de él a su
arbitrio, y pensar que con ello se la dignifica porque se le concede libertad absoluta
de maniobra es un sarcasmo sólo explicable por el desconocimiento de los procesos
que vertebran el desarrollo de la personalidad humana.
7. El manipulador moviliza diversos procedimientos estratégicos para dominar
a las gentes sin exponerse al riesgo de la confrontacion abierta
Consignemos algunos esquemáticamente, por vía de ejemplo.
a) El recurso de la mofa. El manipulador rehuye todo diálogo y debate con
personas bien preparadas que puedan obligarle a matizar los conceptos, plantear
debidamente las cuestiones y dejar al descubierto el juego de conceptos que suele
operar. Opta por una forma oblicua de defensa; busca el flanco más débil del adversario y lo somete a un proceso de caricaturización o incluso de abierta deformación.
De esta forma sinuosa va dejando poco a poco a dicha persona, por valiosa que sea,
fuera de juego, de modo que la mayoría de los ciudadanos harán caso omiso de las
razones que haga valer contra el manipulador de turno. Este recurso de la burla es
tan fácil y cobarde como eficaz. De ahí la ausencia de auténticos debates en muchas
democracias actuales.
b) El recurso del rumor. Existen muchos tipos de rumores, pero todos coinciden en que operan en el anonimato. Aquí radica la fuerza del rumor: en que no lleva
firma. Conviene analizar cómo surge el rumor porque es buen ejemplo del poder que
tiene el lenguaje para ganar batallas sin riesgo alguno. Tres personas me cuentan
algo adverso de una cuarta. Yo voy a ésta y con cara inocente le digo: esto dice de ti
la gente. No he mentido; me he limitado a pasar del plano singular al colectivo.
Este pequeño trueque me sirve para infundir en el ánimo de tal persona no sólo
miedo, sino angustia. Miedo es temor ante algo concreto, pero ante lo cual
puedo tomar medidas. La angustia es producida por algo que me amenaza por
todas partes sin ofrecer rostro. Si una o varias personas se manifiestan contra mí,
puedo hablar con ellas, intentar convencerlas de su error, intimidarlas. Pero,
si es la gente la que habla mal de mí, me siento envuelto por la maledicencia y no
sé adónde acudir; estoy en situación angustiosa. De ahí el temor al qué dirán,
271sobre todo en los pueblos pequeños. Este paso doloso de la maledicencia concreta a
la colectiva e impersonal da lugar al fenómeno social del rumor, que actualmente
constituye un arma política de temible eficacia.
c) El recurso de la insistencia. Otra forma oblicua, sesgada, subrepticia, de
vencer al pueblo sin preocuparse de convencerlo es la de repetir una vez y otra, a
través de los medios de comunicación, ideas o imágenes cargadas de intención ideológica. No se entra en cuestión, no se demuestra nada, no se va al fondo de los problemas. Sencillamente, se lanzan proclamas, se hacen afirmaciones contundentes,
se propagan eslóganes a modo de sentencias cargadas de sabiduría. Este bombardeo
diario configura la opinión pública, porque la gente acaba tomando lo que se afirma
como lo que todos piensan, como aquello de que todos hablan, como 16 que se
lleva, lo actual, lo normal, lo que hace norma y se impone. Actualmente, la fuerza
del número es determinante, ya que lo decisivo se resuelve mediante el número de
votos. El número es algo cuantitativo, no cualitativo. De ahí la tendencia a igualar a
todos los ciudadanos, a desplazar cuanto signifique cualificación y excelencia, para
que nadie tenga poder directivo de tipo espiritual y la opinión pública pueda ser
moderada impunemente por quienes dominan los medios de comunicación multitudinarios. Una de las metas del demagogo es anular, de una forma u otra, a quienes
pueden descubrir sus trampas, sus trucos de ilusionista.
Los demagogos proceden en virtud de cálculos muyfríos y precisos. Cuando, a
través de los medios de comunicación, lanzan un día y otro flechas envenenadas
contra los sentimientos de buen número de oyentes con el fin de ir cambiando las
actitudes morales o religiosas del pueblo, saben que se producirán algunas protestas,
pero las someten a estudio y concluyen 1) que su influjo llegará a un número de ciudadanos muy inferior al de aquellos que fueron influidos por la propaganda que ellos
se han apresurado a propagar; 2) que tales protestas duran poco porque el que repite
una crítica se hace pesado y se automargina, sobre todo si hay quienes lo tachan
desde todos los ángulos de la prensa de anticuado, de intransigente, de espíritu
inquisitorial que impone sus opiniones y creencias a los demás. Este cálculo mueve
a los afanosos de poder a seguir modelando la opinión pública un día y otro. Alguien
ha dicho que es posible engañar a algunas personas durante mucho tiempo y a todas
durante poco tiempo, pero no a todas durante todo el tiempo. Esta observación debe
ser matizada en los tiempos actuales en los que la minoría crítica puede verse amordazada por diversas razones: no contar con medios suficientes para hacerse oír;
estar sometida, a su vez, al poder erosionante de la propaganda; sentirse acosada
por toda suerte de chantajes.
La redundancia desinformativa tiene un poder insospechado de crear opinión,
de hacer ambiente, de fundar un clima propicio a toda clase de errores. Basta establecer un clima de superficialidad en el tratamiento de los temas básicos de la vida
para hacer posible la difusión de todo tipo de falsedades. Según Anatole France,
272«una necedad repetida por muchas bocas no deja de ser una necedad». Ciertamente,
mil mentiras no hacen una sola verdad. Pero una mentira o una media verdad repetida por un medio poderoso de comunicación se convierte en una verdad de hecho,
incontrovertida; viene a constituir una «creencia», en el sentido orteguiano de algo
intocable, de suelo en que se asienta la vida intelectual del hombre y que no cabe
discutir sin exponerse al riesgo de quedar descalificado. A formar este tipo de
«creencias» tiende la propaganda manipuladora con vistas a tener un control soterrado de la mente, la voluntad y el sentimiento de la mayoría.
El gran teórico de la comunicación MacLuhan acuñó la expresión de que «el
medio es el mensaje»: no se dice algo porque sea verdad; se toma como verdad porque se dice. La televisión, la radio, la letra impresa, los espectáculos de diverso
orden tienen un inmenso prestigio para quien los ve como una realidad prestigiosa
que se impone desde un lugar para uno inaccesible. El que está al corriente de lo que
pasa entre bastidores tiene poder de discernimiento. Pero el gran público permanece
fuera de los centros que irradian los mensajes. Es insospechable el poder que
implica la posibilidad de hacerse presente en los rincones más apartados y penetrar
en los hogares, y hablar a multitudes al oído, sin levantar la voz, de modo
sugerente.
d) El recurso de las insinuaciones ambiguas y malintencionadas. Tú me
dices algo de otra persona, y yo respondo escuetamente: «Deja eso en paz, no me
hagas hablar...» En realidad, no te he dicho nada preciso, no he mentido o calumniado, pero es indudable que he dañado la imagen de esa persona ante ti. En esta
línea de sugerencias tendenciosas, hay quienes gustan últimamente de poner en relación, bajo pretexto de informar, una institución religiosa muy conocida, la Logia italiana P2, las finanzas del Vaticano y ciertas formas de mafia. No afirman nada
concreto, no se exponen a tener que rectificar un día ante los tribunales, pero consiguen sembrar cúmulos de sospechas turbias entre la multitud de los espectadores o
lectores. Este procedimiento une a la cobardía la astucia para destruir.
8. Consecuencias de la manipulación
La práctica del ilusionismo mental a través del lenguaje -y de las imágenes, que
son sobremanera elocuentes- desorienta espiritualmente a las gentes, les quita
capacidad de pensar por propia cuenta y de modo riguroso, amengua su sensibilidad
para los valores, las incapacita en buena medida para actuar en virtud de criterios
internos bien sopesados y de sentimientos nobles, las deja inermes ante la vida,
entregadas a un estado de gregarismo e infantilismo. El manipulador ejerce una función de paternalismo tiránico con objeto de hacer viable una forma «democrática»
de totalitarismo. Ello es posible porque un pueblo sojuzgado espiritualmente es un
colectivo gregario, que por falta de creatividad y poder de iniciativa, acaba pidiendo,
273a no tardar, un guía carismático. Un pueblo reducido a rebaño acaba reclamando
lógicamente un pastor.
9. Las tresfases o niveles de la manipulación
La modelación estratégica de la mente, la voluntad y el sentimiento de las gentes
constituye la primera fase de la manipulación. A ésta sigue la fase del adoctrinamiento. Todo tirano que ejerce dominio sobre quienes ha vencido sin haber convencido desea revestir su mando con el ropaje de una doctrina sistemática, que dé una
apariencia de nobleza y racionalidad al puro ejercicio del poder. Las dos primeras
fases tienen como meta la puesta en marcha de una tercera: la reclutación de activistas, portavoces e intermediarios de un sistema de dominio presentado como un
medio de salvación social.
Es sobremanera importante notar que la fase decisiva es la primera: la del troquelamiento de las mentes, voluntades y sentimientos. La segunda es accesoria
juega un papel decorativo, y actúa no raras veces a modo de trampa. Con frecuencia
se ha dado el caso de que ciertos demagogos han invitado a sus adversarios a dialogar con objeto dc esclarecer los puntos doctrinales que los separan. El diálogo fu
ocasión propicia para practicar las artes seductoras de la primera fase. Y, a la postre, aconteció que algunos de tates adversarios, sin mudar apenas sus conviccione
doctrinales, se convirtieron en activistas de la ideología propugnada por los demagogos. Se pasó de la primera fase a la tercera durante la segunda. Esta circunstanci
nos invita a subrayar el hecho de que no es hoy el contenido doctrinal lo que debe
prender nuestra atención en primer lugar, sino las técnicas de seducción espiritua
que actúan por debajo del nivel en el que se mueven las discusiones doctrinales.